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Cómo maquetar los finales de capítulos de un libro sencillo

Cómo maquetar los finales de capítulos de un libro sencillo

Todo principio tiene un final y los capítulos de un libro no son ajenos a esta situación. Por eso, aquí te cuento qué debes considerar para maquetar adecuadamente los finales de capítulos de un libro.

No se trata de cómo escribir el final de un capítulo o cómo hacer que este acabe con impacto. Este contenido está destinado a orientar a quienes desean saber cómo componer el final de un capítulo en un libro impreso.

Hablo sobre cómo acabar un capítulo desde el punto de vista de la composición y la maquetación; es decir, desde la perspectiva del diseño editorial.

  • ¿Qué hacer si quedan pocas líneas en una página?
  • ¿Cuántas son pocas líneas: dos, tres, cuatro, cinco…?
  • ¿Y qué sucede si nos quedan dos o tres líneas sin cubrir, casi al final de la página?
  • ¿Qué hacer si el espacio en blanco es exagerado?
  • ¿Y si este final cae en página impar, a la derecha del libro?
  • ¿Vale poner una ilustración para cerrar el capítulo?

Vamos a intentar responder estas y otras cuestiones relacionadas con los finales de capítulos en un libro.

La terminología específica

El birlí es la parte inferior que queda en blanco en las páginas de un impreso.

En la imprenta de tipos móviles, la zona que quedaba en blanco al final de un capítulo o texto no se componía ni imprimía y se llamaba birlí. De ahí que se conozca con el nombre página de birlí a los finales de capítulos.

Sin embargo, podemos encontrar birlíes en otras páginas: las denominadas páginas cortas; páginas que deben solventarse de manera adecuada para sustentar una composición profesional.

Martínez de Sousa define birlí como “el blanco que queda al final de las páginas cortas”; páginas que deben evitarse a lo largo de un libro siempre que no sea aquella en la que termina un capítulo.

En 99 reflexiones sobre el diseño editorial Jorge de Buen Unna señala que “un birlí de un tercio o dos tercios de caja es ideal”. Sin embargo, algunas veces resulta bastante complicado lograr birlíes acordes a estas proporciones.

De igual manera, la página de birlí puede contener otras unidades de texto, como notas al pie, y elementos decorativos.

Cómo maquetar los finales de capítulos de un libro

Birlíes desacertados en una publicación

En los textos diseñados para la lectura inmersiva un blanco de final de capítulo puede tener cualquier extensión, ya que el birlí depende de la distribución del contenido que le precede.

Como bien señala Jorge de Buen Unna en el libro citado, “el birlí representa una importante señal para el lector”. Sea porque se trasluce en el papel o porque lo ve directamente en la página, el lector ya sabe que está frente al término de una parte del libro.

Los blancos o espacio negativo también forman parte del diseño de una publicación. Por ello, debe dárseles la misma envergadura que a los bloques de texto y a la distribución de los elementos gráficos.

En un libro, hay más espacios negativos de los que imaginamos. Son muchos y variados los blancos a los que el diseñador se somete cuando concibe la retícula de una publicación.

Dos de ellos nos los topamos a diario quienes trabajamos con publicaciones. Son muy frecuentes —y evidentes en libros mal maquetados— porque generan birlíes o blancos indeseados que hay que evitar.

Considerando la lectura lineal e inmersiva, encontramos, al menos, dos casos básicos.

Caso 1: libros con texto

Las novelas y algunos libros de no ficción, como ensayos y biografías, se plasman en libros de texto corrido y se caracterizan por una lectura lineal, pues se leen de principio a fin.

Por estas características, y por el ahorro de papel que supone, los libros literarios son compuestos en retículas de una sola columna. La mancha de tinta que se genera es homogénea y se repite página tras página.

Los blancos los hallamos en lugares específicos, señalándonos el comienzo y el final de los capítulos, o un salto narrativo en medio del texto.

Una o dos líneas en blanco al final de una página, sin cubrir la caja tipográfica, solo es indicativo de una cosa: de una deficiente maquetación. Página tras página, el texto principal se muestra con “flecos” que flamean en la parte inferior.

Esta situación ocurre por una mala gestión de las viudas y las huérfanas, que acaban generando páginas cortas. Obviamente, es una circunstancia que debe arreglarse convenientemente.

Birlíes desacertados para un libro sencillo, de una columna, con texto (viudas y huérfanas)

Caso 2: libros con elementos gráficos

Otra de las situaciones corrientes en las que encontramos blancos incorrectos es en aquellas obras con imágenes o elementos gráficos.

Cuando un autor escribe en un procesador de textos coloca los distintos elementos de su contenido uno tras otro. Así, redacta varios párrafos y, a continuación, ubica una imagen; luego, escribe otros tantos párrafos y coloca otra imagen o elemento gráfico.

Cuando este original pasa a la producción para transformarse en el libro, si este se compone a una columna, muy probable no mantendrá esta disposición de Word. Cuando el contenido sea distribuido y maquetado en el archivo correspondiente aparecerán blancos que pueden confundir al lector.

Esta condición debe tenerse en cuenta a la hora de escribir y editar textos que llevan elementos gráficos; más que nada, con el fin de brindarle al lector un acceso práctico para la lectura y la consulta.

Hallar páginas con espacios en blanco que no corresponden a finales de capítulos despistan y generan páginas cortas innecesarias.

Birlíes inadecuados para un libro sencillo (una columna) con texto y elementos gráficos

Líneas en blanco en los finales de capítulos

Cuando nos acercamos al final de una sección pueden quedarnos pocas líneas (una, dos o tres) para cubrir la caja tipográfica al completo.

Podría dejarse el texto tal cual donde acaba, pero esto no manifiesta una maquetación cuidada y es mejor evitarlo.

Jorge de Buen sostiene que debe procurarse “que la página tenga (…) unos cuatro renglones del blanco al final o más”. Por su parte, Martínez de Sousa en Manual de edición y autoedición señala que “el mínimo admisible es de cinco líneas de texto, de manera que si solo se dispone de cuatro o menos es necesario buscar solución”.

La solución consiste en recorrer o ganar texto. Es decir, recorrer texto para extender párrafos anteriores y cubrir la totalidad de la página o bien ganar texto para contraer párrafos hasta dejar cuatro o cinco líneas en blanco.

Sin embargo, algunas veces es casi imposible dejar cuatro líneas blancas (incluso tres) al final del capítulo. Esto puede darse porque el capítulo es corto, los párrafos también y, además, estos ocupan tres renglones.

La forma para ajustar párrafos puede hacerse por diferentes métodos según el caso que se precise. Algunos de estos son decididos y aplicados por el editor y otros por el diseñador o maquetador.

Para ello, el maquetador indica al autor o editor dónde precisa ganar o suprimir una línea; incluso qué palabra le vendría bien omitir o agregar si tiene conocimiento de la lengua suficiente para hacerlo. La última palabra, siempre, la tiene siempre el autor o editor.

Líneas de textos de finales de capítulos al principio de página

Una situación similar sucede con aquellas páginas en los que los finales de capítulos acaban en la parte superior de una página. En este caso también hay que alargar o acortar párrafos anteriores para adicionar o quitar líneas.

El objetivo es que la página de birlí quede con cinco renglones o más, o bien suprimir esta página, ubicando las líneas en la página precedente.

Lo cierto es que algunas veces es muy complicado hacer que queden cuatro o cinco líneas en la página de birlí.

Un ejemplo lo encontramos cuando los dos últimos párrafos de un capítulo tienen tres líneas cada uno. Otro, cuando hay líneas blancas entre párrafo y párrafo. En estos casos, se opta por dejar el último parágrafo con tres renglones. Apretujar o estirar bloques de textos será mucho peor.

Páginas de birlí a la derecha

Como ya mencioné en la entrada sobre los comienzos de capítulos, estos no tienen por qué empezar siempre en la página derecha. Por tanto, las páginas finales de capítulos caerán tanto en páginas pares como impares.

Sea cual sea el caso, se utiliza el mismo método explicado anteriormente para recorrer o ganar párrafos.

 Birlíes en composiciones con dos o más columnas

En algunas obras de literatura de no ficción la retícula se compone con varias columnas. Por lo general, el texto principal se distribuye en bloques de dos o tres columnas. Se trata de libros con un tamaño mayor al de las novelas y de tipología compleja.

Destacan los libros que incluyen elementos gráficos como tablas, gráficas, fórmulas, etc., y los libros técnicos y científicos, además de algunos informes y anuarios.

Cabe mencionar que el diseño de estas publicaciones puede seguir parámetros más modernos y no encaje lo que comento. En definitiva: depende del diseño que se haya concebido para el libro.

En esta clase de obras también aparecen birlíes, pero de columnas. Es decir, las circunstancias mencionadas anteriormente que encontramos en las páginas ahora se evidencian en las columnas de textos.

De este modo, dejar columnas cortas, con líneas en blanco no demuestra una buena composición editorial; permitir que dos o tres líneas “bailen” solas al comienzo de una columna tampoco.

Nuevamente, se trata de controlar viudas y huérfanas, de efectuar ganancias y recorridos de párrafos y de hacer otros ajustes para conseguir una maquetación armónica.

Los finales de capítulos de libros a dos o tres columnas se solventan distribuyendo el texto de tal manera que las columnas ocupen el mismo espacio. Una única columna, sola, en la página parece abandonada.

Birlíes poco apropiados para un libro con dos o tres columnas, con texto y elementos gráficos

Las publicaciones complejas que son creadas por las editoriales, sin obra preexistente, raramente tienen páginas de birlí. Esto se debe a que el contenido se genera después del desarrollo de la maqueta y se ajusta a esta.

Ornamentación de los finales de capítulos

Según el tipo de libro, los finales de los capítulos pueden engalanarse con alguna ornamentación. Ciertos libros de literatura juvenil y de romántica incluyen algún tipo de ilustración que marca el final de un apartado.

Un recurso profusamente empleado en los artículos de revistas y periódicos es rematar el párrafo final con una marca. Este tipo de detalles también puede emplearse en finales de capítulos de libros técnicos, científicos y de referencia.

En libros antiguos es habitual encontrar finales de capítulos u otra parte del libro con un párrafo «en pie de lámpara».

Libros antiguos con los finales de los capítulos ornamentados y con un párrafo «en pie de lámpara».

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